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jueves, 30 de mayo de 2013

La diversión no se compra

  Desde pibe siempre soñé en mundos místicos, en combinar la realidad con la fantasía, en ser el caballero que defienda a su Rey de todas las amenazas y alzarse siempre con la victoria.
  Nunca pude frenar esas fantasías, del querer ser el héroe de la película ficticia que inventaba en el momento.
Pasaba de ser un Samurai buscando un destino a ser un guerrero duro e implacable, de ser el héroe del bosque a un huérfano que busca a su familia, entre otras relaciones.
  Nunca pude no sentirme algo más que no sea yo en otras situaciones, me divertía imaginándome mundos extraños, universos paralelos, vidas en otros planetas más allá de la vía láctea. Siempre tuve una imaginación excelsa y frondosa.
  Hoy por hoy, mi imaginación esta un tanto dormida, no pienso lo mismo que cuando era niño pero hay veces en los que recuerdo que después de la hora de la siesta, me ponía mi armadura, subía a mi caballo y me dirigía a mi reino a servir a mis Reyes, blandiendo mi espada en contra de quienes se oponían... Solo me detenía para cenar y ver los dibujitos, sabiendo que al otro día habría muchas más batallas por luchar.

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